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MUNDO

Un afroamericano ciego se perfila como gobernador de Nueva York

Sustituiría a Eliot Spitzer, implicado en un escándalo sexual como cliente habitual de una red de prostitutas de lujo

M. G.

Miércoles, 12 de marzo 2008, 01:40

Sexo, dinero y poder. La fórmula que invariablemente arrastra ríos de tinta ha hundido al gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, de 48 años, pero puede aupar por primera vez en ese cargo a un brillante afroamericano que resultaría ser también el primer gobernador ciego en la historia de EE. UU. Todos los medios daban ayer a David Paterson, de 53 años, graduado en Derecho por dos universidades, incluyendo la de Columbia, como el sucesor natural de Spitzer, debido a su cargo como gobernador adjunto y la admiración que despierta entre republicanos y demócratas.

Paterson aseguró ayer a la prensa que nadie le había hablado todavía de ninguna transición, pese a que parecía inevitable. «El gobernador me llamó ayer y me dijo que no dimitía por un número de razones en las que no entró, y eso es lo último que supe de él», contó.

Los tabloides pedían a gritos su dimisión tras conocerse con pelos y señales que era cliente habitual de una red de prostitutas de lujo bajo investigación federal. De la documentación que ya se encuentra en los tribunales, con transcripciones de conversaciones telefónicas, facturas de hotel y transferencias bancarias, salían ayer los detalles más sórdidos.

Kristen, una joven prostituta por la que el mes pasado pagó 5.100 dólares más los gastos de viaje por una hora de su tiempo, contaba a su jefa que no le había parecido «un cliente difícil», como decían las otras prostitutas. Su patrona le explicó que a menudo «les pedía hacer cosas que no eran seguras».

La investigación había empezado en octubre, cuando varios bancos informaron al Gobierno federal de extraños pagos que bordeaban la barrera de los 10.000 dólares que siempre iban destinados a empresas fantasmas sin actividad aparente.

El lunes, tras filtrarse el escándalo a través de la edición de internet del 'New York Times', Spitzer pidió perdón al público y a su familia, pero no dimitió.

Tal vez el gobernador, que durante sus ocho años de fiscal fuese conocido como 'el sheriff de Wall Street' o el 'Supergarzón americano', pensara que podía aguantar el temporal en el cargo, como hiciera Bill Clinton. El problema es que construyó su carrera en torno a la moralidad.

Para sus propios correligionarios, la cuestión no era ya si iba a dimitir, sino cuándo. Se especulaba que Spitzer negociaba con las autoridades federales cambiar su dimisión por los hasta cinco años de prisión que podrían caerle si se aplica todo el peso de la ley.

El gobernador seguía ayer encerrado en su mansión de la Quinta Avenida, donde la policía había puesto barricadas para protegerlo del interés de la prensa y de la furia ciudadana.

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