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CARETA. Gustavo Alonso se entrenó con careta, una protección que este año está prohibida en los partidos. / JUSTO RODRÍGUEZ
Belaustegi recae
BALONMANO I ASOBAL

Belaustegi recae

El jugador se volvió a torcer el tobillo y abandonó el entrenamiento

NAFARRATE

Martes, 30 de octubre 2007, 09:36

El entrenamiento iba como la seda. 'Moiso' e Isaías volvían al trabajo y Jota los tenía ya preparados para afrontar el siguiente compromiso liguero en Santander ante el Teka. Gustavo Alonso, el fornido pivote del Naturhouse, se ejercitaba con sus compañeros con una deslumbrante careta al estilo 'Hannibal Lecter', y aunque le queda espacio para la vuelta, ahí estaba, dando pases y colaborando al máximo a pesar de que eludía el contacto porque le queda más o menos un mes para recuperar su rotura de pómulo.

Jota había recuperado dos jugadores en este intervalo liguero como consecuencia de la actividad de la selección española. Volvían sanos a pares. 'Moiso' e Isaías ya están listos. Se palpaba en el trabajo la intensidad. Había gente para atacar y para defender. Estaban los grandes.

Una mala pisada

Una hora después de iniciado el trabajo, Jon Belaustegi tomó el balón en el aire a pase de un compañero. Lanzó la pelota en suspensión y a la hora de aterrizar fue a pisar con su pie derecho sobre el de Marc Amargant.

Belaustegi cayó al suelo y se llevó las dos manos al tobillo derecho. El mismo que se lesionó hace mes y medio y que le tuvo también retirado del parqué.

De inmediato fue atendido por los médicos del club. Jota le mandó a la caseta. Sentado en una de las canastas se despojó de la zapatilla y el calcetín. Se le hinchaba.

Cojeando entró en el botiquín. Allí se le colocó una bolsa de hielo especial para este tipo de torceduras. Pedro Terreros, médico del club, le hacía compañía en la salita de 'urgencias' del Palacio. «Es una pequeña torsión. No parece serio. Sólo queda apelar a la prudencia y esperar», declaraba el galeno.

Belaustegi estaba participando de manera muy activa en el trabajo. Recién llegado de su convocatoria con la selección española, el jugador, que lleva ocho años de vinculación internacional y unas sesenta participaciones, según sus números, no podía ocultar su disgusto.

«Sí, es el mismo tobillo de la otra vez», afirmaba mientras posaba su pierna en alto con el hielo abrazando su tobillo. No hizo falta forzar el diálogo. El rostro del jugador expresaba toda la contrariedad que era capaz sin caer en una mala respuesta. El resto de compañeros sintió su marcha del entrenamiento y siguió con la mirada el modo de caminar del jugador hacia el túnel de vestuarios.

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