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PABLO ÁLVAREZ
Domingo, 14 de octubre 2007, 22:49
Era una hombrada. Era un milagro. El Naturhouse llegaba con medio equipo en muletas, tras una semana con entrenamientos de opereta, con gente jugando que no debería estar ahí. Y con eso, quería enfrentarse al Valladolid de Pastor. Era más que difícil. Era imposible.
O lo parecía. Porque a la hora de la verdad, el equipo cogido con alfileres se rebeló contra toda esa palabrería y acabó comiéndose al rival. Fue una de las mejores noches que recuerda el Palacio de los Deportes, uno de esos momentos que separan el grano de la paja: los jugadores sin alma quedan a un lado, los héroes siguen adelante.
La noche fue larga en detalles de raza y emoción. Emocionaba ver al esguinzado Marco Oneto aguantar todo el partido subiendo y bajando. «Como un titán», lo definiría luego su entrenador. «Aunque al final casi ni llegara». Emocionaba también ver a Jon Belaustegi demostrando cómo vive el balonmano; se hizo daño en su hombro de lanzar al inicio del partido, pero siguió y siguió aunque cada vez que hiciera un esfuerzo el hombro le cantara un fandango. O a Marc Amargant sudando tinta y dejando goles y detalles de gran calidad, o a Javi Parra defendiendo a tipos varias decenas de kilos más pesados que él en el lateral.
Emocionaba, en fin, ver al Palacio rendido ante Armand Torrego, un tipo chulo como el que más porque puede: así es un portero que gana partidos. La grada se postraba ante un hombre que parecía estar jugando al beisbol, eliminando uno a uno a todos los lanzadores de penaltis de Valladolid. Hasta cuatro.
Desde el inicio
Que la noche pintaba grande se vio desde el inicio. El Naturhouse salió en tromba, se plantó en el 4-0 (con un gol de Parra de espaldas incluido) ante un Valladolid desconocido, blandito atrás y muy desacertado delante. Pero después, un ratito fallón del Naturhouse (dos penaltis fuera, un palo) dio alas a los de Pucela, que además recibieron una bronca de Pastor en tiempo muerto que aún debe estar pitándoles en los oídos. Así las cosas, los amarillos restablecieron lo que parecía la lógica, empatando (7-7, minuto16) y yéndose por delante al descanso (12-13) con Óscar Perales demostrando lo que puede llegar a ser este jugadorazo.
El inicio de la segunda mitad ante un grande es un momento complicado. Tras un buen primer tiempo, si el grande aprieta y se distancia el pequeño corre el riesgo de dar la labor por hecha. Hasta aquí hemos llegado, adiós y buenas noches.
Pero hete aquí que quien apretó fue el pequeño. El mejor Belaustegi de la temporada lideró un gran acelerón en ataque y defensa, con Fis (poco a poco, mejor) y Marc Amargant aportando. Este último, de todo: puso el 16-15 él mismo, y asistió mirando al tendido a Parra para el 17-15.
El partido se cargó aún más de emoción. Perales se fue para el banquillo excluido y, según se vería luego, lesionado. Ya no volvería. Con él se fue el más entonado en ataque del Valladolid, justo en el momento en que Torrego se puso aún más desesperante. Con 18-17, el catalán paró un penalti y un tiro de 6 metros cuando el Naturhouse sólo tenía 4 jugadores de pista.
Oneto y Belaustegi recuperaron una ventaja (21-18) que ya no se perdería. Porque la única oportunidad que tuvo de hacerlo Valladolid acabó igual: con Torrego parando un penalti, con Fis fabricándose un gol en el momento más complicado y con Oneto firmando el finiquito.
Jota lloraba en la banda mientras el Palacio estallaba. Era normal: había visto un milagro.
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