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DAVID BLANCO BONILLA
Lunes, 20 de agosto 2007, 12:18
El milagroso rescate del sacerdote de la iglesia de San Clemente de Pisco, que se derrumbó sepultando a decenas de personas durante el terremoto del miércoles en Perú, es uno de los sucesos más sorprendentes desde que se iniciaron las tareas de rescate.
Sobre el sacerdote habían caído dos toneladas de escombros, pero salvó la vida porque los dinteles lo protegieron formando una especie de gruta que impidió que corriera la misma suerte que la mayoría de los feligreses. José Emilio Torres Mota, de 39 años, celebraba una misa de difuntos en la imponente iglesia, que estaba abarrotada de gente cuando se registró el potente sismo de 8 grados de magnitud en la escala de Richter.
En medio del susto y la sorpresa, el sacerdote optó por invocar a la serenidad de los feligreses y pidió que se protegieran en las áreas con columnas y dinteles, una práctica a la que están habituados los peruanos por habitar un país en constante actividad sísmica. Torres Mota hizo lo mismo y se refugió bajo el arco central cuando la violencia del sismo, que se prolongó por más de dos minutos, hizo caer la estructura construida en el siglo XVIII a la usanza tradicional de esa época en la costa peruana, con grandes adobes y cañas enlucidas.
Trabajo frenético
Las cuadrillas de los bomberos, que lo encontraron casi dos días después bajo los escombros, aún no salen de su asombro cuando relatan la circunstancia de su rescate. Y es que uno de ellos dio la voz de alerta cuando una gigantesca pala mecánica que se encargaba de remover los escombros dejo al descubierto por breves segundos el brazo de una persona que atinó a moverse, según relató uno de los rescatadores allí presentes.
Se inició entonces un frenético trabajo para retirar las restos que lo cubrían hasta que lo encontraron sentado, con uno de los lados del rostro pegado a una columna y en estado de shock. Actuó la providencia y el milagro se dio cuando comprobaron que sobrevivió, además, porque entre la columna que lo protegió y el exterior se formó un pequeño conducto que permitió la entrada de aire e impidió que se asfixiara.A su lado, y en medio del acre olor de la muerte, que todos los que permanecen en Pisco coinciden en describir, los bomberos encontraron cinco cadáveres en un proceso de descomposición acelerado por el fuerte calor.
Torres Mota fue trasladado posteriormente a un hospital de campaña, donde se comprobó que tenía múltiples contusiones y algunas fracturas, pero ninguna que pusiera en peligro su vida. Tras atender sus heridas se presentó en una silla de ruedas ante los periodistas y, aún conmocionado, atinó a contar que se salvó porque se colocó «debajo de la cúpula, que era lo más fuerte del edificio». «Así me salvé. Vino aquel ruido y supe que era un terremoto pero me dio tiempo a pedirle a la gente que mantuviera la calma. Luego ya no vi más porque se fue la luz», agregó.
Sólo la parte central
De la imponente iglesia de San Clemente, que se encontraba ubicada en la plaza principal de Pisco, solo ha quedado la parte central, algunas columnas y la portada. Los rescatadores señalaron, además, que la mayoría de las personas que murieron en su interior han sido encontradas bajo pórticos y columnas laterales, en las que se colocaron cuando empezó el terremoto con la esperanza de protegerse.
Los cadáveres son retirados casi irreconocibles y los voluntarios relatan que, entre las víctimas, se encuentran todos los integrantes del coro eclesial, conformado por jóvenes de entre 15 y 20 años, dos monjas y mujeres embarazadas. En medio de la dramática situación, los rescates también alcanzaron a otras tres personas, dos de las cuáles permanecen internadas en un hospital y otra falleció cuando era atendida de urgencia.
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